Hija del dragón by Kiersten White

Hija del dragón by Kiersten White

autor:Kiersten White
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
publicado: 2016-06-27T22:00:00+00:00


Las semanas pasaban lentas, y Mehmed seguía siendo inaccesible. Ya llevaban cuatro de boda. Lada no entendía que no se hubieran muerto todos por exceso de placeres. A esas alturas, hasta Radu habría sido una distracción aceptable, pero siempre estaba en el centro de las reuniones, o bien desaparecido. ¿Dónde? Eso Lada lo ignoraba. Suponía que en alguna reunión más íntima, dentro de la celebración de la boda en donde más personajes relucientes se extasiaban con él y con su bella y ocurrente boca.

A Lada se le habían quedado grabadas las palabras de Huma. La situación de Mehmed era tan precaria como antes, si no más. Por otra parte, no podía olvidar lo sucedido la última vez que habían estado en Edirne. A veces aún se despertaba con sabor a sangre en la boca, y el recuerdo del hueso topando con sus dientes, mientras su mano se aferraba a una daga inexistente.

Nicolae, que llevaba un tiempo de permiso, suspiró. El cuartel estaba oscuro. Se apoyaron en una pared. La noche olía intensamente a flores, pero al menos Lada podía respirar. Le gustaba más la oscuridad que toda la luz falsa de aquel disparate de boda.

Nicolae se quitó su sombrero blanco de jenízaro y se pasó la mano por el pelo, mojado de sudor.

—Entiendo que te preocupe la seguridad de Mehmed, y estoy de acuerdo contigo, pero entre su situación y la de antes hay una diferencia.

—¿Cuál?

—Antes, su protección corría a cargo del antiguo cuerpo de jenízaros, que está destinado a la ciudad desde tiempos inmemoriales, y que tiene su propia política y sus propias alianzas. Al no ser él protagonista de ninguna de ellas, era vulnerable. Ahora lo protegemos nosotros. Hace años que estamos con él. Además, ya no es ese fanático insufrible de antes, ese mocoso por quien no podíamos sentir respeto ni afecto. Hemos combatido a sus órdenes, y estamos dispuestos a luchar por él. No encontrarás ni un solo traidor en nuestras filas. Ya lo sabes, Lada. —Le dio una palmada en el hombro—. Que se preocupe Mehmed de satisfacer a su guapa esposa, que ya nos ocuparemos nosotros de que no le pase nada.

—¿Y de qué me ocupo yo?

—¡De nada! Duerme un poco, pequeño dragón. Es una orden.

Entró en el cuartel para reunirse con los demás soldados, dejando a Lada con sus preocupaciones: mala compañía, que la importunaba sin cesar, estirándole el pelo y susurrándole cosas al oído.

Mehmed muerto. Mehmed enamorado. Mehmed olvidando que Lada existía. Todos olvidando su existencia. Seguir existiendo en un mundo al que le importaba un pimiento que existiese o no. Seguir existiendo en un mundo donde no volvería a ser besada.

¡E importarle que volviera a serlo, malditos fueran Mehmed, sus labios, su lengua y cuanto salía de ellos!

Necesitaba un trabajo, algo real, en lo que concentrarse y en lo que canalizar sus fuerzas. Si Nicolae consideraba que Mehmed no estaba en peligro, era porque no le parecía que pudiera ser una amenaza para nadie. Murad había vuelto, reinaba la estabilidad en el país, y todos estaban contentos.



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